Al fumar, la nicotina pasa a través de los pulmones y entra en el torrente sanguíneo en cuestión segundos. Esta droga adictiva encuentra en su camino al cerebro y se adhiere a unos receptores, denominados de recompensa, desencadenando las sensaciones de placer que inducen al fumador a encender otro cigarrillo.
Desde hace tiempo, los científicos han estado explorando la idea de una vacuna antinicotina que bloquee la entrada de la droga en el cerebro. Desafortunadamente, la propuesta convencional de vacunas a partir de un patógeno o de una cepa inactiva de un patógeno que es inyectada para desencadenar una respuesta inmunológica -la creación de anticuerpos- no funciona en el caso de la nicotina. La droga es tan diminuta que el sistema inmunológico no puede reconocerla, por lo que es más difícil crear anticuerpos. Además, los pocos anticuerpos producidos sobreviven durante un corto periodo de tiempo.
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