martes, 25 de marzo de 2014

A veces… ¡no soporto a mi hijo!

Amas a tu hijo, pero a veces realmente sientes que no lo soportas. Todos los niños son difíciles de vez en cuando. Pero ¿qué pasa cuando la hostilidad y el rechazo se vuelven cotidianos y afectan a toda la familia? Afortunadamente cuando los padres usan estrategias adecuadas, pueden aprender a manejar el comportamiento del niño difícil y a comprender mejor la situación. ¿Quieres conocer algunos consejos para mejorar la relación padres-hijo
“Cuando los padres dicen que no les agradan sus hijos”, comenta James Lehman, especialista en bienestar social, “lo que realmente les disgusta de ellos es su comportamiento inapropiado. Estos padres están frustrados porque están cansados de la impertinencia constante y de gritar y discutir”.
“Hay períodos concretos en los cuales a los padres no les gusta el comportamiento de sus hijos debido a la etapa de la vida por la cual están transitando, como por ejemplo la adolescencia, período donde los hijos están formando su propia identidad” sostiene Lehman.
“Muchas veces me disgusta el comportamiento desobediente y desafiante de mi hijo y tengo sentimientos encontrados, pero me tranquilizo porque a pesar del rechazo momentáneo, sé que le demuestro mi amor a través del cuidado y de la educación que le doy”, comenta  Valeria, 44 años, madre de dos hijos y médica.
algunos niños tienen un comportamiento inflexible y hostil dirigido hacia personas que representan la autoridad y pueden ser tan poco cooperativos y desafiantes que quebrantan el funcionamiento de sus hogares y de sus salones de clases, por no hablar de su propio aprendizaje y el bienestar en las relaciones. Los niños y adolescentes que muestran este tipo de inclinación y comportamiento que persiste por más de seis meses y traspasan los límites de la mala conducta normal de la infancia, pueden tener Trastorno de Desafío y Oposición.
 Y el especialista las enumera: “La primera es cuando el hijo se transforma sin proponérselo en un ‘castigo’ a través de protestas e insultos permanentes y desalienta la conducta específica paterna lo que impulsa al padre a tratar de alejarse y evitar esas situaciones desagradables”.
“La segunda se da cuando el hijo despierta emociones desagradables en los padres que funcionan como ‘castigo’, más allá de si la conducta del hijo es inadecuada o no. Generalmente las sensaciones despertadas en los padres son de frustración y enojo o culpa porque piensan que no están pudiendo educarlo como quisieran, amenazando a veces la autoestima paterna”.
“La tercera se produce cuando los padres sienten rechazo porque el desafío de controlar la conducta de su hijo, lleva más tiempo y esfuerzo de lo que suponían y les priva de otras situaciones placenteras que preferirían estar realizando”,