Teherán, 23 sep (EFE).- "No puedo aceptarlo", "De ninguna manera, no
tiene ningún valor", "Soy tu esclavo", son algunas respuestas que a uno
le dan en Irán cuando trata, por ejemplo, de pagar un taxi. No es que no
quieran cobrarle: se ha topado usted con el "tarof", el arte persa de
la cortesía extrema y, quizás, de la hipocresía.
Los iraníes no levantan prácticamente nunca en público la voz, se
entretienen largos minutos en insistir para que el otro pase primero por
una puerta, mantienen siempre unos modales exquisitos, no interrumpen
en una conversación, presentan sus argumentos con humildad, se disculpan
todo el tiempo y, a menudo, tienen una oferta amable y una sonrisa.
Además, rodean buena parte de sus comportamientos sociales, desde un
simple saludo hasta cerrar un pacto o pagar un servicio, de elaboradas
fórmulas de respeto, cortesía y casi de humillación con el aparente
objetivo de colocar al otro en un lugar de superioridad.
"Cuando veo a un conocido siempre le digo 'Ghorbune soma beram' (Soy
tu víctima) o 'Elahí pishmarget besham' (Ojalá enfrente yo la muerte por
ti)", explica a Efe Maryam, una mujer de mediana edad no excesivamente
tradicional.
Estas expresiones son saludos comunes sin mayor trascendencia pero
otras formas de "tarof", repletas de ambigüedad, pueden dejar al
visitante (sobre todo al occidental) totalmente confuso sobre las
intenciones y gestos de su interlocutor.
"El tarof es una conducta explícita, complicada de explicar. Un juego
de lenguaje, que tiene unos códigos y va unido a la amabilidad y la
hospitalidad", explica a Efe el profesor universitario de Sociología
Mohamadreza Yavadí Yegané.
"Por ejemplo, al llegar a la mezquita una personalidad importante
siempre trata de sentarse en un costado, cerca de la puerta" hasta que
le insisten reiteradamente para que vaya al lugar destacado.
La exhibición de humildad y abnegación es una parte fundamental del
"tarof" y de la cultura iraní, que rechaza la soberbia y la arrogancia.
"Hay dos estilos de conducta. En Occidente la gente se expresa de
manera explícita, pero los iraníes se expresan con 'tarof'", dice el
sociólogo que cree que este carácter se explica porque "la sociedad
iraní estuvo sometida durante siglos a dictaduras y, ante esa
inseguridad, es recomendable no hablar con mucha claridad ni
explícitamente porque se puede pagar. Es un mecanismo de defensa ante
los poderosos que ha hecho a los iraníes más complicados".
La histórica persecución a la rama chií del islam y el desprecio del
sufismo a la riqueza también son, según los expertos, posibles
influencias en el nacimiento y desarrollo del 'tarof' cómo fórmula
social.
Cuando un iraní expresa su deseo de ver a otro, este puede contestar
"zire sayatun hastim" (estoy bajo tu sombra) o "Vase dastbusi
mozahemetun misham", vendré para besar tu mano, tenga o no ganas de
verle.
"Noukaretam" (soy tu sirviente), "ghabeli nadare" (mi trabajo no
tiene ningún valor) o "daste soma dard nakone" (que no te duelan las
manos), son otras de las expresiones que los iraníes se intercambian
comúnmente y convierten un simple acto como pagar en un florido
forcejeo.
Maryam reconoce que este lenguaje incierto, confuso lleno a veces de
dobles sentidos supone, también, "una falta de honestidad", con dosis de
"hipocresía" y una forma de "buscar el cariño de otra persona" a través
de halagos, cortesías elaboradas, palabras amables e incluso muestras
falsas de devoción.
Como señala el periodista y escritor Christopher de Bellaigue, el
'tarof' es a menudo una "amable ficción" que "puede ser encantador y
servir de base para la buena voluntad mutua, o malicioso, un arma social
o política que confunde al receptor y lo pone en desventaja".
Si alguien te invita a algo, debes en un primer lugar rechazar, insistiendo en su gran amabilidad y generosidad.
La norma suele ser decir que no tres veces y, si el anfitrión sigue
insistiendo, entonces la intención es genuina y se puede aceptar, según
recomienda el libro "Choque de Cultura en Irán", de Maria O'Shea.
Si elogias un objeto de alguien, es habitual que reaccione
regalándotelo, muchas veces con sinceridad, y otras por mero ejercicio
de 'tarof', en cuyo caso es mejor no aceptar, pero rechazarlo con
grandes alabanzas a la generosidad del otro.
"Amabilidad exagerada, modestia y autodesprecio con la que los
iraníes parecen haber nacido", es la descripción que ofrece el autor
iraní-estadounidense Hooman Majd en "El ayatolá ruega disentir", un
libro salpicado de cómicos ejemplos de 'tarof' en el día a día en Irán
que pueden dejar perplejo a cualquier occidental. EFE