domingo, 28 de agosto de 2011

¿Cuándo acudir a la homeopatía?‏

Los médicos homeópatas la recomiendan como primera opción o para acompañar tratamientos clásicos. Veamos sus principales características.

Ventajas de la homeopatía

Contrariamente a los medicamentos alopáticos, los medicamentos homeopáticos no tienen contraindicaciones. No presentan efectos indeseados y no interactúan entre ellos o con otros tratamientos. Según las personas que los utilizan, son también eficaces. “En buena parte de las situaciones, la homeopatía actúa más rápidamente y de forma más duradera, asegura el Dr. Jacques Boulet, médico clínico y homeópata francés.

Tres grandes motivos de consulta

El médico destaca: “En mis consultas, recibo alrededor de 30% de pacientes que consultan por problemas funcionales o de humor, 50% para mejorar su condición y 20% para recibir acompañamiento por una patología grave.”

Curar una infección o un problema leve

Como primera opción, la homeopatía puede bastar para tratar un estado gripal, mejorar las funciones digestivas, controlar problemas de humor como la ansiedad, las dificultades para dormir, los despertares nocturnos… “Permite arreglárselas sin medicamentos alopáticos que provocan problemas secundarios y pueden ser difíciles de abandonar tales como los psicótropos en caso de insomnio o síntomas depresivos”, estima el Dr. Boulet.
Igual que con los medicamentos alopáticos, es principalmente en este marco que la gente recurre a la automedicación homeopática. Los tratamientos se presentan bajo la forma de gránulos o en una presentación más clásica (comprimidos, jarabe, pomada).

Mejorar su “condición”

“Algunas personas saben que tienen una sensibilidad individual que las predispone a desarrollar tal o cual patología más que otras: otitis en los niños, cistitis recurrentes, migrañas, asma, alergias, herpes labial o genital… Los tratamientos clásicos alivian o curan momentáneamente pero los problemas reaparecen regularmente. La homeopatía espacia la intensidad y la frecuencia de las crisis, disminuyendo al mismo tiempo el recurso a los antibióticos y otros tratamientos específicos. Puede también utilizarse de manera preventiva, antes del invierno por ejemplo, para reducir el riesgo de enfermedades de la esfera otorrinolaringológica.

Aliviar una patología grave

Refiriéndose a los canceres y enfermedades autoinmunes como el lupus o la poliartritis reumatoide, el Dr. Boulet destaca: “Cada vez más pacientes acuden a nosotros en el marco de una patología grave. Son curados por especialistas cuya competencia y tratamientos no son cuestionados pero se dicen a sí mismos que la homeopatía puede ayudarlos a atravesar esos momentos difíciles.”
El Dr. Jean-Claude Karp la prescribe con éxito a sus pacientes que sufren cáncer. Atiende en un consultorio desde hace 20 años y, desde hace poco, en el servicio de cancerología del centro hospitalario de Troyes: “La homeopatía es útil desde el comienzo de la enfermedad. Al aliviar la fatiga y muchos de los efectos secundarios ligados a los tratamientos o a la enfermedad, mejora la calidad de vida y permite a los pacientes seguir el protocolo terapéutico hasta el final. Además, otorga la posibilidad de transformarse en actores, en parte activa de la curación.”

Elegir bien el homeópata: consejos el Dr. Boulet

Durante la consulta, debe examinarte, hacerte preguntas clásicas y encargar análisis o exámenes complementarios, en caso de ser necesario. Como todo médico, hace un diagnóstico y se plantea cuál es la mejor terapia posible. Debe ser claro y explicarte su proyecto terapéutico que integra la homeopatía.
Prescribe tratamientos que parecen adaptarse bien a la situación y debe hacerte precisar tus síntomas. La homeopatía puede utilizarse sola o asociada a los medicamentos convencionales. Salvo excepciones, el médico homeópata no debe solicitarte que abandones los tratamientos prescritos por sus colegas.
Su receta debe ser clara, legible y comprensible para los farmacéuticos. Debe solicitar productos disponibles en el circuito habitual. No debe recurrir a medicamentos o chequeos paraclínicos “marginales o experimentales”.

Superar la timidez para ser uno mismo‏

Cada uno, en la vida, tiene que afrontar situaciones particularmente intimidantes (aprobar un examen, hablar en público, entablar una conversación con desconocidos…). En general, el tiempo y la experiencia acaban por hacer desaparecer este malestar. Pero cuando se torna crónica y generalizada, la timidez es más difícil de curar.
Los lejanos orígenes de la timidez sin duda, existe tanta timidez como existen tímidos. A veces, es necesario remontarse a la infancia para encontrar el origen. Un niño que ha crecido en un contexto familiar demasiado protector, se siente asfixiado o excluido en una atmósfera adulta. Lo mismo ocurre con un niño con falta de afecto o comprensión y que ha vivido conflictos familiares. En resumen, un individuo frágil emocionalmente será más propenso a sufrir timidez a lo largo de su vida. Sin duda, el fracaso escolar o las mudanzas intempestivas no solucionan para nada las cosas.
En general, la timidez se traduce en una actitud temerosa, un malestar excesivo y una falta de seguridad respecto a las relaciones con los demás. Sin embargo, también puede conllevar un comportamiento agresivo que, sencillamente, denota una ausencia de confianza en sí mismo.
Estas manifestaciones son fisiológicas a la vez que psicológicas. La transpiración excesiva, la sensación de asfixia, los rubores o, por el contrario, la palidez del rostro, el tartamudeo, la alteración de la voz hasta convertirla en inaudible o inteligible; la rigidez muscular que acarrea gestos torpes y los temblores son las manifestaciones fisiológicas más comunes en las personas tímidas.
En el ámbito psicológico, la persona tímida se siente paralizada, incapaz de reaccionar mínimamente y focaliza toda su atención en el objeto que teme: el otro. No llega a considerar la relación con el otro a menos que sea bajo la estructura dominante-dominado. Huye del contacto, se desprecia y denigra. En los casos más extremos, se imagina que los demás lo ven como “la voluntad del mal” y cree que no interesa a nadie…
El tratamiento esencial de la timidez es probablemente el de la terapia del comportamiento, que ayuda al tímido a detectar sus complejos, heridas morales y frustraciones. Adaptada a todas las edades, esta terapia eficaz permite afrontarse progresivamente a las situaciones más temerosas. Se lleva a cabo en una sesión interactiva con el terapeuta. El énfasis se pone sobre las causas actuales del comportamiento que supone un problema, antes que sobre las causas inconscientes. Desde el punto de vista médico, no existe ningún tratamiento específico para luchar contra la timidez, aunque algunos sí contribuyen a atenuar puntualmente las manifestaciones de la timidez. También resulta eficaz la práctica de una actividad deportiva, pues es un medio de integración en un grupo, de intercambios y de convivencia, lo cual permite luchar contra el aislamiento.
En el caso del niño, el comportamiento de los padres es vital. Deben animarlo y estimularlo cuando vean que pierde confianza en sí mismo, ya sea en la vida escolar como en su entorno familiar y de amigos.
La timidez no es necesariamente un impedimento para expresar una personalidad. Existen numerosos comediantes, cantantes o personajes públicos que lo han demostrado al aparecer sobre el escenario para superar una timidez que les angustiaba.
Algunos, por ejemplo, se expresan sin tapujos ni complejos y toman el riesgo de ser cuestionados o desaprobados para mostrarse tal y como son, con sus debilidades. Esto, además, ayuda a enriquecer el contacto con el otro: ser reconocido como una personalidad completa.