domingo, 28 de agosto de 2011

Superar la timidez para ser uno mismo‏

Cada uno, en la vida, tiene que afrontar situaciones particularmente intimidantes (aprobar un examen, hablar en público, entablar una conversación con desconocidos…). En general, el tiempo y la experiencia acaban por hacer desaparecer este malestar. Pero cuando se torna crónica y generalizada, la timidez es más difícil de curar.
Los lejanos orígenes de la timidez sin duda, existe tanta timidez como existen tímidos. A veces, es necesario remontarse a la infancia para encontrar el origen. Un niño que ha crecido en un contexto familiar demasiado protector, se siente asfixiado o excluido en una atmósfera adulta. Lo mismo ocurre con un niño con falta de afecto o comprensión y que ha vivido conflictos familiares. En resumen, un individuo frágil emocionalmente será más propenso a sufrir timidez a lo largo de su vida. Sin duda, el fracaso escolar o las mudanzas intempestivas no solucionan para nada las cosas.
En general, la timidez se traduce en una actitud temerosa, un malestar excesivo y una falta de seguridad respecto a las relaciones con los demás. Sin embargo, también puede conllevar un comportamiento agresivo que, sencillamente, denota una ausencia de confianza en sí mismo.
Estas manifestaciones son fisiológicas a la vez que psicológicas. La transpiración excesiva, la sensación de asfixia, los rubores o, por el contrario, la palidez del rostro, el tartamudeo, la alteración de la voz hasta convertirla en inaudible o inteligible; la rigidez muscular que acarrea gestos torpes y los temblores son las manifestaciones fisiológicas más comunes en las personas tímidas.
En el ámbito psicológico, la persona tímida se siente paralizada, incapaz de reaccionar mínimamente y focaliza toda su atención en el objeto que teme: el otro. No llega a considerar la relación con el otro a menos que sea bajo la estructura dominante-dominado. Huye del contacto, se desprecia y denigra. En los casos más extremos, se imagina que los demás lo ven como “la voluntad del mal” y cree que no interesa a nadie…
El tratamiento esencial de la timidez es probablemente el de la terapia del comportamiento, que ayuda al tímido a detectar sus complejos, heridas morales y frustraciones. Adaptada a todas las edades, esta terapia eficaz permite afrontarse progresivamente a las situaciones más temerosas. Se lleva a cabo en una sesión interactiva con el terapeuta. El énfasis se pone sobre las causas actuales del comportamiento que supone un problema, antes que sobre las causas inconscientes. Desde el punto de vista médico, no existe ningún tratamiento específico para luchar contra la timidez, aunque algunos sí contribuyen a atenuar puntualmente las manifestaciones de la timidez. También resulta eficaz la práctica de una actividad deportiva, pues es un medio de integración en un grupo, de intercambios y de convivencia, lo cual permite luchar contra el aislamiento.
En el caso del niño, el comportamiento de los padres es vital. Deben animarlo y estimularlo cuando vean que pierde confianza en sí mismo, ya sea en la vida escolar como en su entorno familiar y de amigos.
La timidez no es necesariamente un impedimento para expresar una personalidad. Existen numerosos comediantes, cantantes o personajes públicos que lo han demostrado al aparecer sobre el escenario para superar una timidez que les angustiaba.
Algunos, por ejemplo, se expresan sin tapujos ni complejos y toman el riesgo de ser cuestionados o desaprobados para mostrarse tal y como son, con sus debilidades. Esto, además, ayuda a enriquecer el contacto con el otro: ser reconocido como una personalidad completa.

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