En este período de desarrollo resulta fundamental e imprescindible la
autoridad para lograr el equilibrio afectivo. Si no hay límites, las
criaturas están perdidas en este amplio mundo de posibilidades y
estímulos. Las normas dan seguridad, siempre que sean precisas, estables
y no cohíban demasiado el campo de acción. Las hijas aceptarán las
normas mucho más fácilmente y sin oposición si se les presentan de forma
clara, segura y constructiva, insistiendo más en lo permitido que en lo
prohibido.
Los padres y la autoridad. La autoridad no aparece
como un derecho de los padres sobre los hijos, sino como una condición
necesaria para el correcto desarrollo de éstos.
La autoridad es útil
a la criatura en la medida que le da estabilidad y seguridad, al
satisfacer sus primeras necesidades biológicas y ayudarla a organizar su
vida práctica. Además le ofrece la imagen de padres firmes y fuertes,
es decir, modelos que motivan más a los hijos que unos padres claramente
débiles.
No resulta nada fácil para los padres, durante las etapas
de crecimiento físico y emocional de sus hijos e hijas, saber mantener
la calma y la autoridad ante la enorme resistencia que ofrecen las
criaturas y que, a su vez, están poniendo a prueba la paciencia de los
adultos.
Hace falta saber adaptarse a las actividades y al ritmo del
niño para crear un clima de seguridad. De lo contrario, se puede
provocar un estado de tensión capaz de conducir a la criatura a
sentimientos de culpa. De modo que los padres deben adoptar estrategias
concretas en cada caso, tanto si se trata de una criatura rápida o lenta
en su aprendizaje.
Para una niña o un niño, todo cambio es novedad y
con cada novedad reacciona de manera muy distinta. Los padres deben
estar atentos para adaptarse a cada nueva situación.
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